Por Álvaro Caballero, periodista, (publicado en Diario de León del 23.06.2019 - www.diariodeleon.es/noticias/opinion/no-cortes_1344553.html)
NB.: Las negrillas son “del león que ruge”
Como los yanquis que se dedicaron a comprar monumentos para trasladarlos a un país sin patrimonio anterior a la fundación de la Metro Goldwyn Mayer, Luis Fuentes se vino arriba el jueves durante la constitución del parlamento autonómico para mostrarse orgulloso de presidir “la institución de representación popular más antigua del mundo, que da voz a castellanos y leoneses desde hace más de 900 años». ¡Arrea! Sin ponerse rojo, el procurador de Ciudadanos no sólo se saltó las matemáticas que demuestran que desde se constituyó esta comunidad en 1983 hasta ahora no han pasado nueve siglos, por muy largo que se nos esté haciendo. Más allá de esta consideración numérica, disculpable para alguien de letras, aunque sólo sea de canciones, el asalariado naranja consumó como presidente de la institución la apropiación cultural de las Cortes leonesas de 1188 como si fueran castellanas para adornar su discurso, escrito con pretenciosidad por algún intelectual de Google, igual que le podría haber declarado heredero del hombre de Atapuerca, aunque hubiera sido dar demasiadas pistas.
La mención a la herencia de las Cortes leonesas como patrimonio autonómico reedita la infamia de confundir el todo por la parte que ya intentó la Junta, cuando hace tres años tomó el claustro de San Isidoro con sus banderas cuarteladas para escenificar un pleno del parlamento. El esfuerzo monetario para abastardar la identidad regional dejó posos como el mostrado por el socialista Luis Tudanca. El líder del PSOE, con dos puntos menos de soberbia que antes de creerse presidente, persistió el jueves en su orgullo de formar parte del “parlamento más antiguo del mundo”, dentro todavía de su papel de resucitado al que le lamen las heridas los acólitos, a la espera de que se den las condiciones para el motín, tan socialista, en el que alguien se erija en líder de la puñalada bruta. A la fiesta se sumó el portavoz de Vox —qué más da el nombre— para balbucear no sé qué clichés rancios sobre la ideología de género y hacer gala de su indigencia política. Sólo faltó que se luciera el popular Alfonso Fernández Mañueco, necesitado de que alguien hablé con su voz para que parezca que ha cambiado. Le servirá el ciudadano Francisco Igea, quien debe levantar la mano para pedir permiso a la dirección de su partido en Madrid cada vez que quiera ir al baño. Las Cortes no han cambiado tanto en 900 años. Aquí en León como allá en Castilla.
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