Por Eugenio-Jesús de Ávila, Director de El Día de Zamora (publicado el 24 de abril de 2019)
Los comuneros lucharon y sus líderes fueron decapitados por la justicia, la paz y la libertad, con nuestra provincia y ciudad el Estado ha sido injusto, cicatero y liberticida: hay que seguir en el frente.
¿Un zamorano tiene algo que celebrar cada 23 de abril? Nada. Algunos, que van de izquierdas, conmemoran la derrota de los comuneros, el inicio de la decadencia de lo que fueron los reinos de León y los territorios castellanos. No todos, porque Burgos, por intereses económicos en la exportación de la lana merina a Flandes, pasó de la causa común. La derrota de Padilla, Bravo, Maldonado, el obispo Acuña y tantos hombres y mujeres de la meseta norte y también de la vieja capital de España, Toledo, fue la derrota de la ucronía, de lo que pudo haber sido, la industrialización del interior de España, y no fue. Desde entonces, el Estado español apostó por la periferia. También la colonización de América lo impuso. Franco, en sus cuarenta años de dictadura, favoreció, sin duda, el despegue de los territorios periféricos, en detrimento de Castilla y León, dos regiones distintas. Hoy, en el año 2019, los partidos políticos también prefieren los territorios epidérmicos de la patria. Le suena a usted eso de la despoblación. ¡Ay el franquismo latente!
Creo que solo fui una vez a la campa de Villalar, campo de batalla de la derrota comunera ante las huestes del jovencito Carlos I. Vivía todavía Franco. Después nunca más se me ocurrió pisar lo que fue tierra zamorana hasta 1833 y después de Valladolid. Las izquierdas, las del poder, PSOE, y las marxistas, tomaron el día como su fiesta en lo que llaman Castilla y León. Ahora también van los del PP a buscar el voto perdido entre las margaritas tempranas de esa geografía de Tierra de Campos. Muchos jóvenes portaban, y exhiben, banderas moradas, como si el estandarte castellano fuese de ese color. Después Lerroux, equivocado, lo añadió a la bicolor. El verdadero pendón de Castilla fue carmesí. El tiempo, Cronos y los siglos, lo convirtió en ese feo color. El republicano catalán creía que Castilla había sido el origen de España. De ahí que compusiese esa bandera tricolor con el añadido del pendón castellano.
Pero dejemos estos cotilleos históricos para ir a la médula del asunto. Un zamorano nunca será castellano. Y si así se considera, lo catalogaré de analfabeto histórico y geográfico. Desde que funciona esta maldita autonomía, la que ha potenciado el eje Valladolid-Burgos, con el apéndice del sur palentino, Zamora ha ido a menos en población, servicios, y desarrollo económico. Nuestra provincia se ha pauperizado de forma alarmante. Sí, ya sé que los defensores de la Junta, todos los partidos, salvo la excepción de UPL y PREPAL –izquierdas y derechas se han puesto de acuerdo en ese atentado histórico que es la autonomía- se hallan felices con esta forma de sistema. Hoy por ti y mañana por mí, más ahora que el PSOE huele a victoria en las elecciones autonómicas. Y argumentarán que los ejecutivos de Lucas y Herrera han invertido mucho dinero en nuestra ciudad y provincia. Vale. Compárense estas inyecciones económicas con las recibidas en las provincias favoritas del PP, y también del PSOE. Pues migajas, propinas, calderilla. Y, dentro del Reino de León, Zamora ha sido, sin duda, la más olvidada, humillada, ofendida. Da igual. Unos y otros saben que los zamoranos, prensa incluida, porque vive de la subvención institucional, son cobardicas, gente que no protesta, que, con eso de la Semana Santa y poco más, son tan felices.
Insisto, para finalizar, no ha lugar para más celebraciones de Villalar; me niego a festejar derrotas. Lo suyo sería que los zamoranos nos abstuviéramos en las próximas elecciones autonómicas, forma de decirles a los partidos, a todos, salvo las excepciones antes mencionadas, que pasamos de esta autonomía, de sus gobiernos, de esa cosa de Valladolid; que estamos hartos de que se nos trate como a pedigüeños, a menesterosos; porque nosotros tenemos una historia de héroes y un pasado de ciudad rebelde que nos impide rendirnos y resignarnos.
Los comuneros querían, por lo que lucharon, por lo que fueron decapitados sus líderes, justicia, paz y libertad. Zamora, casi 500 años después, clama por un estado más justo, por la paz de otorga una economía pujante y la libertad de formar parte de otra comunidad que no sea la de Castilla y León.
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