Po Carlos Cabañas Vázquez, Profesor emérito jubilado y escritor
Acabo de dar un paseo por mi ciudad de residencia, muy lejos de la de nacimiento y juventud, con gentes y asuntos completamente diferentes. En el barrio de Lladó me saluda Hasmir el constructor, que charla animadamente en árabe con Raschid y otro hombre que no conozco. Junto a la escuela Papasseit, Mamadou, sentado apaciblemente en un banco al sol de invierno, espera pacientemente su turno para hablar con la profesora de su hijo. Bajo las vías elevadas del tren de cercanías encuentro a Xulien, mi vecino que ha abierto su segundo restaurante chino y un poco más allá, en una de las calles comerciales me saluda mi ex alumno Jaume. Nos llevamos bien, a pesar de que luce un lazo amarillo, pero es de los pocos que lo llevan:
Mollet cuenta algo más de cincuenta mil habitantes; de ellos, casi veinte mil son extracomunitarios y otros tantos vinimos de diferentes partes de España hace ya muchos años. Aquí, las manifestaciones mayoritarias son las de jubilados que dejaron muchos sudores y su juventud en los polígonos industriales que rodean el municipio. Ahora están aquí, en la Rambla de Fiveller, el centro de la villa, voceando su reivindicación de los jueves, la mía también. Sí, hay otros asuntos pero nos encontramos a gusto, ya no volveremos más que de vacaciones. A pesar de tantos humos industriales y vivir rodeados por un cinturón de autopistas, tenemos una ciudad verde y florida, con grandes parques y casi tantos miles de árboles como habitantes. Y aquí viven y trabajan o estudian nuestros hijos y nuestros nietos.
De regreso a casa, me llega un mensaje: “los extremeños apoyan la autonomía leonesa”. Últimamente, las redes arden. Yo estoy metido en esto desde hace casi cincuenta años, pero nunca como ahora he recibido tanta correspondencia digital. Alguien quiere una entrevista porque, llevando tantos años en el asunto leonesista y viéndolo desde una perspectiva espacio-temporal tan lejana, seguramente contaré cosas interesantes y hasta sorprendentes. Como que Pujol nos recibió a los de las tres provincias una vez en el Palau de la Generalitat, que en aquella ocasión cenamos con el Govern en pleno y sonaron los himnos de Cataluña y de León o que en el Parador de Benavente fui testigo y parte de que muchos partidos de la transición rechazaban la invención de una comunidad autónoma híbrida. Puedo contar que he charlado con viejas glorias del exilio republicano lamentable pero inexorablemente desaparecidas, respecto a la
reivindicación leonesa de Salamanca, Zamora y León. Y que fueron favorables.
Viejo es el tema, sí. Más que yo, según el doctor de Diego y otros que van desvelando antecedentes históricos. Y complejo, porque abarca desde aspectos históricos, culturales, lingüísticos y costumbristas, hasta económicos y sociales. Por eso, los extremeños apoyan la formación de una autonomía leonesa. No puede extrañarnos. Histórica y culturalmente, hasta por razones geográficas, los extremeños tienen tanto que ver con nosotros que seguramente los leoneses somos sus hermanos más próximos. Y económicamente, no
digamos. La reactivación de la economía leonesa, tan empobrecida hoy, la moderna reapertura de la Vía de la Plata, contribuiría al desarrollo de Extremadura tanto como al de Salamanca, Zamora y León, e incluso al crecimiento de Asturias y Andalucía occidental. No se puede sacrificar a la población de todo el oeste peninsular en aras de una cuestionable estrategia política. Por eso, las redes arden estos días en torno al tema. Los asuntos del oeste son muy diferentes de los del este. Pero también requieren una solución
justa, sea política económica, social o como se quiera denominar, porque se van revelando ciertamente urgentes e imparables.
Mostrando entradas con la etiqueta Carlos Cabañas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Carlos Cabañas. Mostrar todas las entradas
viernes, 17 de enero de 2020
sábado, 27 de enero de 2018
Calidad y cantidad
Por Carlos Cabañas Vázquez, escritor. (Enviado a La Opinión de Zamora el 21 de enero de 2015. Otra protesta contra el ninguneo que -si les dejan- practican los "castellanoleoneses" contra Zamora en particular y contra el País Leonés en general).
Aunque tardíamente, me decido a escribir estas líneas. Se refieren a una entrevista al Sr José Luis Hernando sobre el arte románico en Zamora, publicada el 5 de enero en este diario con el título “Calidad, no cantidad”
Varias serían las razones de mi indecisión, entre ellas el cansancio de tener que responder a algunas afirmaciones que considero cuando menos incompletas y que se vienen repitiendo en torno a temas zamoranos con demasiada asiduidad. Soy de la opinión que una verdad a medias no es veraz. Por esa razón de justicia distributiva, me he atrevido a intentar completar o matizar algunas informaciones de la citada entrevista, aun no siendo más que un aficionado a los temas artísticos, puesto que mis titulaciones se refieren al ámbito lingüístico.
En primer lugar, no queda claro si las apreciaciones sobre el románico zamorano se refieren especialmente a los pueblos de la provincia, aunque se alude a las ciudades de Benavente y Zamora; creo recordar que muy someramente a la de Toro. Sí está claro que la mayor parte de los juicios de valor –casi todos negativos- se basan con exclusividad en la pertenencia o no al románico del camino francés. Claro queda que en la provincia de Zamora únicamente Santa Marta de Tera y Benavente se hallan en un ramal secundario de dicho camino, por lo que los juicios favorables se emiten, creo únicamente, en ese sentido y sobre los edificios de esos lugares. Aunque tardía, ¿no merecerá la Colegiata una mención muy especial?
Por lo visto, la mayor parte del románico zamorano no merece grandes elogios, al menos en lo ornamental. Parece ignorarse que la catedral de Zamora marca el inicio del gótico en la Península. No lo digo yo, lo dijo Friederic Rahlves “Catedrales y monasterios de España”, quizá el primero que atribuyó la primacía a la catedral zamorana en la transición al gótico en España, como Durham en Inglaterra. Luego fue Elie Lambert: “L’art gothique en Espagne aux XIIè et XIIIè siècles” traducida por Cristina Rodríguez en Ed. Cátedra. Madrid, 1990. En las páginas 59 a 72 se ocupa ampliamente de la catedral zamorana como precursora del gótico en España y habla de raíces aquitanas, pero también musulmanas. Es una pena que, los elogios que reconocen tan abiertamente autoridades europeas en la materia, parecen desdeñarlos las españolas.
Centrándonos únicamente en Zamora ciudad, a la que se suelen saltar elegantemente muchas guías, ¿cómo es posible que una ciudad marginal y muy secundaria -así se cataloga a la Zamora medieval en ciertos ámbitos culturales y, de rebote, turísticos- haya podido edificar y conservar el mayor número de templos románicos de toda la cristiandad? Además, estos templos ofrecen un repertorio de tendencias y tiempos: restos primitivos, como parte de Santiago el Viejo y San Cipriano que evocan el primer románico ultrapirenaico, el arte godo y el asturiano; elementos decorativos nobles de las épocas plenas, como los de Santo Tomé, San Claudio y Santa María la Nueva, denotando influencias francesas, bizantinas, mozárabes, jacetanas y califales; la citada Catedral, estudiados suficientemente sus predecesores arábigos, bizantinos, poitevinos y borgoñones; las grandes iglesias tardías de corte cistercienses y, por tanto, someras en ornamentación; algunas iglesias de poblamiento franco como San Leonardo, vergonzosamente saqueada o de iniciativa señorial y clerical, como Santiago del Burgo que podría considerarse como una pequeña catedral o San Ildefonso, que es un repertorio de muchos momentos artísticos; por último, los templos magníficos edificados en todo o en parte por Órdenes Militares: San Juan, la Magdalena y la Horta, todos ellos con claras influencias de la arquitectura y la ornamentación de las Cruzadas, desde las expediciones normandas a los edificios del reino latino. Todo esto es debido, sin duda, a un cúmulo de circunstancias. Citaremos alguna poco conocida, como que la reina Urraca de Portugal, madre del rey Alfonso IX de León y presuntamente sepultada en la Magdalena, era hermana del gran Maestre de San Juan de Jerusalén. Tal vez esto hizo que fuese Zamora la capital de esa orden, y luego también del Temple, para toda la mitad oeste de la Península. La Horta fue, durante siglos, sede del archivo de Malta y junto al templo se edificó, andando el tiempo, el palacio del Comendador, hoy restaurante.
Me queda por decir que, para los amantes del detalle, no pasan desapercibidos muchos pequeños ornamentos en arcos y capiteles que, tal vez no resaltan como los grandes parteluces o tímpanos, pero son muy hermosos y sugerentes, cosa que podría definir al románico, arte poco ampuloso: las rosas de la portada interior oeste en la Horta, la “Virgen de las alcachofas” en la portada sur de la catedral o el capitel de los Reyes Magos en Santo Tomé, por citar alguno.
A ver si nos sacudimos los zamoranos, de una vez, ese complejo de inferioridad que no está para nada justificado. Y nuestras autoridades culturales, por favor, no mezclen política con cultura ni abonen conceptos negativos –a veces hasta injuriosos- sobre Zamora, su historia o su cultura.
Aunque tardíamente, me decido a escribir estas líneas. Se refieren a una entrevista al Sr José Luis Hernando sobre el arte románico en Zamora, publicada el 5 de enero en este diario con el título “Calidad, no cantidad”
Varias serían las razones de mi indecisión, entre ellas el cansancio de tener que responder a algunas afirmaciones que considero cuando menos incompletas y que se vienen repitiendo en torno a temas zamoranos con demasiada asiduidad. Soy de la opinión que una verdad a medias no es veraz. Por esa razón de justicia distributiva, me he atrevido a intentar completar o matizar algunas informaciones de la citada entrevista, aun no siendo más que un aficionado a los temas artísticos, puesto que mis titulaciones se refieren al ámbito lingüístico.
En primer lugar, no queda claro si las apreciaciones sobre el románico zamorano se refieren especialmente a los pueblos de la provincia, aunque se alude a las ciudades de Benavente y Zamora; creo recordar que muy someramente a la de Toro. Sí está claro que la mayor parte de los juicios de valor –casi todos negativos- se basan con exclusividad en la pertenencia o no al románico del camino francés. Claro queda que en la provincia de Zamora únicamente Santa Marta de Tera y Benavente se hallan en un ramal secundario de dicho camino, por lo que los juicios favorables se emiten, creo únicamente, en ese sentido y sobre los edificios de esos lugares. Aunque tardía, ¿no merecerá la Colegiata una mención muy especial?
Por lo visto, la mayor parte del románico zamorano no merece grandes elogios, al menos en lo ornamental. Parece ignorarse que la catedral de Zamora marca el inicio del gótico en la Península. No lo digo yo, lo dijo Friederic Rahlves “Catedrales y monasterios de España”, quizá el primero que atribuyó la primacía a la catedral zamorana en la transición al gótico en España, como Durham en Inglaterra. Luego fue Elie Lambert: “L’art gothique en Espagne aux XIIè et XIIIè siècles” traducida por Cristina Rodríguez en Ed. Cátedra. Madrid, 1990. En las páginas 59 a 72 se ocupa ampliamente de la catedral zamorana como precursora del gótico en España y habla de raíces aquitanas, pero también musulmanas. Es una pena que, los elogios que reconocen tan abiertamente autoridades europeas en la materia, parecen desdeñarlos las españolas.
Centrándonos únicamente en Zamora ciudad, a la que se suelen saltar elegantemente muchas guías, ¿cómo es posible que una ciudad marginal y muy secundaria -así se cataloga a la Zamora medieval en ciertos ámbitos culturales y, de rebote, turísticos- haya podido edificar y conservar el mayor número de templos románicos de toda la cristiandad? Además, estos templos ofrecen un repertorio de tendencias y tiempos: restos primitivos, como parte de Santiago el Viejo y San Cipriano que evocan el primer románico ultrapirenaico, el arte godo y el asturiano; elementos decorativos nobles de las épocas plenas, como los de Santo Tomé, San Claudio y Santa María la Nueva, denotando influencias francesas, bizantinas, mozárabes, jacetanas y califales; la citada Catedral, estudiados suficientemente sus predecesores arábigos, bizantinos, poitevinos y borgoñones; las grandes iglesias tardías de corte cistercienses y, por tanto, someras en ornamentación; algunas iglesias de poblamiento franco como San Leonardo, vergonzosamente saqueada o de iniciativa señorial y clerical, como Santiago del Burgo que podría considerarse como una pequeña catedral o San Ildefonso, que es un repertorio de muchos momentos artísticos; por último, los templos magníficos edificados en todo o en parte por Órdenes Militares: San Juan, la Magdalena y la Horta, todos ellos con claras influencias de la arquitectura y la ornamentación de las Cruzadas, desde las expediciones normandas a los edificios del reino latino. Todo esto es debido, sin duda, a un cúmulo de circunstancias. Citaremos alguna poco conocida, como que la reina Urraca de Portugal, madre del rey Alfonso IX de León y presuntamente sepultada en la Magdalena, era hermana del gran Maestre de San Juan de Jerusalén. Tal vez esto hizo que fuese Zamora la capital de esa orden, y luego también del Temple, para toda la mitad oeste de la Península. La Horta fue, durante siglos, sede del archivo de Malta y junto al templo se edificó, andando el tiempo, el palacio del Comendador, hoy restaurante.
Me queda por decir que, para los amantes del detalle, no pasan desapercibidos muchos pequeños ornamentos en arcos y capiteles que, tal vez no resaltan como los grandes parteluces o tímpanos, pero son muy hermosos y sugerentes, cosa que podría definir al románico, arte poco ampuloso: las rosas de la portada interior oeste en la Horta, la “Virgen de las alcachofas” en la portada sur de la catedral o el capitel de los Reyes Magos en Santo Tomé, por citar alguno.
A ver si nos sacudimos los zamoranos, de una vez, ese complejo de inferioridad que no está para nada justificado. Y nuestras autoridades culturales, por favor, no mezclen política con cultura ni abonen conceptos negativos –a veces hasta injuriosos- sobre Zamora, su historia o su cultura.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)