Por Eugenio-Jesús de Ávila, periodista, director de "El Día de Zamora" (publicado el 12 de octubre de 2018)
Castilla y León: un oxímoron político, administrativo y geográfico
¿Qué es un engendro? Verbigracia: la Comunidad Autónoma de Castilla y León. El diccionario lo define como “obra mal concebida o mal hecha”. También podrían aplicarse otros calificativos, todos despectivos, pongamos, por ejemplo: cutre, ahistórica, hipócrita, absurda, irracional, ilógica.
Ya conoce el lector mi simpatía por el jacobinismo. No soy ni Robespierre, ni tan si quiera Saint Just, pero, de la Revolución Francesa, fallida por cierto, me quedo con la democracia y, ante todo, el centralismo. Pero, ya de puestos, como no hay más remedio que aguantar la bicoca de las autonomías, otro pesebre en el que abrevan miles de políticos mediocres desde casi el inicio de la democracia, que han ocasionado el descalabro económico de la nación, el hundimiento administrativo de España, ahí los casos catalán y vasco, tendré que “tragarme” eso del Estado de las Autonomías”. Bien.
Pero lo que no me pasa de la garganta, aunque ingiero medio litro de agua en ayunas, desde el primer día que se instituyó, se llama Comunidad Autónoma de Castilla y León. El engendro, el bodrio, el sinsentido que ello supuso tuvo su génesis hace décadas, desde que, desde Europa, empezaron a llegar miles de millones de pesetas para sacar del atraso económico, en el caso que nos incumbe, a provincias como la nuestra y también a las hermanas de León y Salamanca. Pero Lucas, nefasto político que todavía disfruta del chollo de esa cámara innecesaria, tanto como las autonomías, y sus gobiernos decidieron desviar las ayudas europeas para las provincias de Valladolid y Burgos, y el apéndice de aquella que es Palencia. Por aquí, y las otras castellanas pobres, casos de Segovia y Ávila, que viven del turismo de Madrid y algunas concesiones del Gobierno de Madrid, como la Academia de la Policía Nacional, en la ciudad de las murallas, y la despoblada Soria, donde son tan pocos, que el reparto siempre llega a todos los bolsillos, nos premiaron con la parte magra de los Fondos Europeos.
La gran verdad es que, pasadas décadas, gobernados por este sistema autonómico, por la Junta de Castilla y León, Zamora se ha despoblado –cada año, por unas razones u otras, perdemos 3.000 habitantes-, y, según el INE, en 15 años se reducirá en casi 30.000; se ha envejecido y empobrecido, mientras Pucela y la ciudad que primero traicionó a los comuneros, Burgos, y Palencia, han crecido por encima de sus posibilidades. Las ciudades de León y Salamanca también mantienen su nivel económico, merced, entre otras razones a sus universidades, sobre todo la capital charra, y cierta industria, en el caso de la hermana del norte, aunque sus provincias, como la de Zamora, se agoten, se licúen, se mueran, se encaminen hacia el desierto demográfico.
En León, que también cuenta con una subprovincia, la berciana, surgió un movimiento político, la UPL, pequeño burgués, que viene realizando su labor con diversa fortuna, que tampoco ha logrado grandes objetivos, y el PREPAL, otro movimiento más poético que administrativo, y Ciudadanos del Reino de León, más intelectual, racional y bizarro. Pero, en Zamora, parece que la Junta, con su caridad, ha hipnotizado a las masas. Partido Popular y PSOE, como no podría ser de otra forma, tan satisfechos, pues entre ambas formaciones poseen sus cuarteles de invierno en Valladolid y Burgos, y no les interesa un proyecto de secesión entre “su” Castilla y “nuestro” León, porque perderían electores en las dos grandes provincias antes citadas.
Por lo tanto, no esperamos nada, pero ni migajas, de los dos grandes partidos nacionales, ambos en declive, porque el “sanchismo”, la última degeneración del PSOE, cuanto más tiempo gobierne España, antes se debilitará hasta extremos zapateriles. Nuestras tres provincias deberían reflexionar sobre el particular, ir ya a por todas, aprovechando la tremenda quiebra política y ética del Estado, para exigir, con argumentos históricos, económicos y administrativos, la constitución de la Comunidad Autónoma del Reino de León, con capital en Zamora, equidistante de las ciudades de León y Salamanca. Después, los intelectuales del Derecho Administrativo ya reflexionarían sobre cuestiones esenciales para que ninguna de nuestra provincias, como ha sucedido con esa cosa de Valladolid, la Junta, perdiese pujanza en la nueva comunidad.
Aquí, en Zamora, nunca hemos sentido esta autonomía. Somos zamoranos, leoneses, si se tercia, y, ante todo, españoles, y más ahora, cuando las comunidades ricas, apoyadas por las izquierdas filibusteras y pequeñoburguesas, todo un oxímoron, ser de izquierdas y conceder más privilegios y prebendas a los poderosos, se encuentran en el camino hacia su independencia.
Zamora necesita, pues, una formación zamorana, que se vincule con otras idénticas en Salamanca y León. Todo lo que venga de los grandes partidos nacionales habrá que ponerlo en cuarentena. No nos fiemos de los que nos condenaron al ostracismo, de los que nos olvidaron y traicionaron. Ojo avizor. ¡Queremos ser libres para decidir sin la tutela del eje Valladolid-Burgos-Palencia! ¡Ni un solo voto para los partidos que aboguen por mantener esta comunidad descomunal en extensión, caótica en su administración, sin sentido en su génesis!
Castilla y León: un oxímoron administrativo, político y geográfico.
Postadata: Perdónenme los hermanos leoneses y charros, pero la provincia y ciudad más damnificada por esta comunidad autónoma se llama Zamora.
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