Por Eugenio-Jesús de Ávila, periodista, director de “El Día de Zamora”
Ignoraba el dato. Me lo contaron ayer. No crea que las lenguas de doble filo, sino su presidente: Justi Fernández: “Mercazamora tenía cerca de 40 puestos cuando se inauguró; ahora, solo once empresarios se ubican en esta instalación; por no haber, no hay ni cafetería”.
¡Qué esperamos los zamoranos que todavía no formamos parte del rebaño, que no vamos del redil al pasto, que no nos hemos dejado estabular, que nos apena, entristece y enoja la situación económica y social de Zamora y su provincia! ¿Vamos a seguir votando a los partidos que nos condujeron a esta ruina moral, ética, empresarial?
Me estoy hartando de ser la única pluma que, cotidianamente, sin miedo, porque creo que es mi deber, porque conozco el percal de los políticos, porque los he tratado durante décadas, porque me sé la historia de Zamora desde que se inició la Transición, critica al poder, a los partidos, a los empresarios vendidos al poder público, a los medios de comunicación, lacayos de las instituciones, a la sociedad zamorana apelelada, mortecina, apática; a los hombres y mujeres que, cuando propones proyectos, ideas, avances, responden con un “mua”, de ahí esa corriente ideológica que se define como muaismo, que, traducido, viene ser cobardía provinciana, debilidad mental, incapacidad intelectual, miedo antropológico. Siento escribirlo, pero me temo que “tenemos la ciudad que nos merecemos, porque la gran mayoría no ha hecho nada, ni mover un dedo para cambiar el status quo que padecemos desde hace décadas.
Se derrumba nuestra economía, se despuebla el campo, los jóvenes se marchan a la búsqueda del tiempo perdido y del trabajo que no encuentran aquí; los muertos vivos se mueren, los políticos pierden energías en discusiones bizantinas, nuestros senadores y diputados se hacen, cuando sea menester, con la pensión más lucrativa del Estado, “tragando” lo que ordena y manda el jefe de la formación correspondiente.
Para todos estos politicastros les vale más la obediencia al “caudillo” correspondiente, fuera Aznar, después Zapatero, más tarde Rajoy, ahora Sánchez, que el respeto al ciudadano. Náuseas. O cambiamos el actual estado de la cuestión política, con un nuevo sistema electoral que conceda al pueblo la elección de su representante, al que revocar sin no cumple, a rajatabla, con su programa, o profundizaremos en la sima que nos aleja del bienestar social.
¡Que palabra en voz alta escuchamos de nuestros políticos, en las Cortes de Castilla y León, Senado y Congreso de los Diputados, cuando el dinero, cantidades multimillonarias, que nos llegaba de Europa, en el Caso de Castilla y León, por ser declaradas como Objetivo 1, nuestra provincia, y otras hermanas, se quedaba en Valladolid, Burgos y Palencia!
Ese dinero venido del corazón del continente, de las naciones ricas, para reequilibrar regiones como las del viejo Reino de León y Castilla, se empleó para su antítesis: potenciar a las provincias más desarrolladas y sepultar a las más olvidadas, a las que los distintos regímenes, sobre todo el democrático, desde 1985, con la silente, pero brutal, reconversión agroganadera, depauperaron, empobrecieron, subvencionaron con el pan de hoy y hambre para mañana.
Como escribí hace un par de días, creo, el único futuro de nuestra Zamora pasa por las residencias de la tercera edad y las funerarias. Nuestra materia prima dejará de ser la de los extraordinarios productos del sector primario, para pasar a depender de ancianos y muertos.
¡Qué otro análisis realizar del actual estado de la cuestión con ese dato que le ofrecí al inicio de esta carta. Mercazamora solo tiene ya once puestos, ni tan si quiera una cafetería!
Hace falta coraje para evitar la ruina que nos acecha. Y necesitamos formaciones zamoranas que solo obedezcan al pueblo, que antepongan sus ideologías, tan solo una careta, a las necesidades de nuestra gente. ¿Utopía? No soy Tomás Moro. Solo un maduro periodista provinciano, uno más entre tanto mediocre que pulula por la ciudad del alma.
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