Por Hermenegildo López
Lo ocurrido ayer (16 de febrero) en la Urbe regia y Capital imperial, León tiene todos los tintes literarios que el experto en esto del
escribir quisiera darle. Desde la tragedia más griega hasta la comedia más hilarante.
Bien es cierto que, envuelto en la euforia de lo vivido, el leonesín de a pie pensará que la batalla está ganada, que lo de ayer es un hecho
histórico, que hemos vivido una jornada que marcará un antes y un después y que será un referente para los que nos sucedan en el tiempo… No se equivoquen, la libertad nunca se regala, se consigue persiguiéndola y luchando por ella cada día.
Y lo que afirmamos lleva inherente, no solo una experiencia como protagonista de la manifestación del 4 de mayo del 84, sino la carga de amargor que, con el devenir de los tiempos, la misma produjo... a toda la sociedad leonesa; salvo, claro está, a los que vienen, como decimos en nuestros pueblos, mamando de la vaca. Cada vez más flaca, cierto es. ¡Pero qué más les da! ¿Acaso les produce la más mínima preocupación algo tan irrisorio? Tiempos vendrán y, con ellos, nuevas subvenciones, del carbón, de los pantanos, de los pueblos vacíos, de la agricultura que no es competitiva, de esto, de lo otro y hasta de lo de más allá. Europa ha sido pródiga en fondos que, convenientemente repartidos y manipulados dan para mucho; especialmente para llenar numerosos bolsillos, sin llegar nunca, claro está, a su destino final.
Y es que, volviendo a “nuestro referente histórico”, el 16/02/2020, lo primero que podemos constatar es que, en este combate singular de los unos contra no se sabe qué o quién (algunos sí que lo sabemos), todos ganaron: los sindicatos, los partidos, los que venden vermú los domingos por la mañana, los de los kioscos, los publicistas, los que dispensan gasolina, los restaurantes, la RENFE, el ALSA y hasta los periodistas del más variado pelaje...
Cabían tantas consignas y se produjeron tantas interpretaciones (incluso algunas que no acierto a entender el hecho de que se pueda retorcer tanto un argumento para llegar a negar y afirmar lo mismo en una sola frase) que, al final, hasta la mayor parte de los causantes de los males de León continuaron sacando pecho porque ellos iban a ser los nuevos salvadores de la patria pequeña. ¡Pero qué dosis de cinismo han llegado a inyectarse algunos para salir a cara descubierta y marchar al lado de aquellos que les reprochaban cargos y cargas de años! Ciertos personajillos se enteraron de tan poco (claro está, vienen protegidos, caminan sin ver ni oír y además la cosa les importa una higa…) que hasta osaron pronunciar el nombre de la bicha contra la que se manifestaba la grandísima mayoría de los que allí se encontraban… Eso demuestra el contacto con el pueblo del que tanto gallean estos comedores finos a cuenta de los presupuestos... ¡Qué pena, qué cúmulo de absurdeces y qué falta de estilo!
Permítanme que les diga, y ¡qué paciencia franciscana de los que, con el corazón por delante, reclamaban lo mismo que hemos hecho tantas veces desde aquel añorado 4 de mayo del 84! No quiero ni imaginarme lo que hubiera ocurrido en otras partes del “Estado”. Seguro que alguno habría terminado en el pilón...
Pero, entre tanto absurdo, tanto despropósito, tanta paradoja, tanta incongruencia y tanto contrasentido, ayer también se produjo un hecho insólito y que, por sí solo, nos hace seguir creyendo en la causa y hasta en las bondades del ser humano. Volviendo de Madrid, por cuestiones de representación, pasado Valladolor, un hombretón, de unos cuarenta y tantos (llegamos a verlo), sin duda corresponsable del tren, informó de lo siguiente, y entrecomillo porque estas fueron sus palabras: “Señores viajeros, les informamos que acabamos de entrar en la Región Leonesa”.
Espontáneamente, una parte de los viajeros del vagón estalló en aplausos y agradeció sinceramente el gesto que venía, sin duda, a sumarse a lo que estaba ocurriendo, en aquellos momentos en la Plaza de San Marcelo.
El sí que tenía las cosas claras, él sí que dio en la diana de la reivindicación, él sí que entendía cuál era el gran problema queagobia y aun angustia y oprime a León desde la llegada de la democracia y de la configuración de un Estado descentralizado: el hecho simple de que esa democracia, de que esa descentralización le ha sido negada a una de las regiones más históricas del país y, sin duda, la que más apostó y aportó, entre los siglos X y XIII (por lo menos), en el deseo de conseguir dos cosas primordiales: la unidad de los diferentes pueblos de Hispania bajo una misma corona (la del Regnum Imperium legionense) y que todos los ciudadanos fueran iguales en derechos, véase el Fuero de León y subsiguientes y la culminación de todo ello en los Decreta de Alfonso IX aceptados por la UNESCO como Memoria del Mundo, lo que nos ha convertido,de facto, en la “Cuna del Parlamentarismo”.
Tiene verdaderamente guasa (sin no fuera ciertamente trágico) que aquel que inventó las leyes, en una época en la que los sin voz comenzaron a poder utilizarla en magnas asambleas, ahora deba vivir amordazado, so pretextos de lo más peregrino y estúpido que alguien pueda imaginar. Para llorar...
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