Por Félix Maraña, escritor (publicado el 17.04.2018, en el Diario Vasco http://www.diariovasco.com/opinion/leon-garras-20180417230722-nt.html)
La torpeza de Correos de España, imprimiendo en un sello de León la fotografía de la catedral de Burgos, en vez de reproducir la Pulchra Leonina, no es sólo simple error o equivocación burda, sino la coronación de un proceso de 40 años de menosprecio de una parte de la Comunidad de Castilla y León por ciertas estructuras del Estado. La chapuza, que no admite otro calificativo, sobre todo después de que el responsable de Correos haya dicho que no se retira de la venta del sello, sólo puede contentar a los coleccionistas, pero es un nuevo agravio que recibe León (León, Zamora y Salamanca) por parte de las élites de una Comunidad en la que se resiste a convivir, pero que está condenado a soportar.
Conviene recordar que los leoneses no eran partidarios de incorporarse a la referida Comunidad, según le constaba al poder político, tan dado a la improvisación, a la hora de constituir el nuevo Estado, en 1981. Las élites (UCD y PSOE) tomaron la decisión inapelable de incluir a León en el Consejo General de Castilla (y León), a sabiendas de que el rechazo popular era absoluto. De ahí devino la creación de formaciones políticas 'nacionalistas', que no lograron invertir un proceso «tumultuoso y triste», como lo ha definido el sociólogo vasco-leonés David Díez.
León recibe ahora un nuevo agravio, por parte una empresa del Estado -Correos no es una empresa cualquiera- que quería conmemorar el nombramiento de la ciudad como Capital Gastronómica de 2018. En los dos años anteriores este título se lo concedieron a Burgos y Vitoria-Gasteiz. Se anuncia otro sello reparador, dedicado a la catedral de León, catedral que no necesita ese sello para nada, porque está en la historia del mundo antes de que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, le propinara otro agravio, recientemente, en un viaje a las Islas Británicas. Vino luego por León, a intentar arreglarlo, proclamando que León era la Cuna del Parlamentarismo, y que los 'Decreta' de 1188 eran lo más de lo más. No sabemos si el presidente del Gobierno los ha leído, pero es conveniente señalar que los tres últimos presidentes de los gobiernos de España -Aznar, Zapatero y Rajoy- han tenido una especial vinculación con la ciudad, en la que han vivido en parte los dos últimos. Aznar, que presidió la Junta, estuvo siempre más inclinado por Quintanilla de Onésimo Redondo; y Zapatero, el más leonés -aunque de Valladolid-, visitaba la ciudad y la montaña, pero en verano. De Rajoy, muy gallego siempre, sólo se sabe que sacaba malas notas en el colegio leonés de los Agustinos, pero luego le espabilaron, no sabemos cómo, porque fue el primero de su promoción como registrador de la Propiedad.
No sé si esa especial relación de los tres presidentes le ha servido para algo a León, pero lo que sí es apreciable en estos largos 40 años es el deterioro, manifiesto, la falta de norte social, en una región con una riqueza natural de excelencia. Sabemos que les han hecho un museo de colorines, que hace daño a la visión, pero que se administra desde Valladolid, por si acaso. Y así todo. El memorial de agravios ocupa un listín de telefonía.
Un grupo de intelectuales, escritores y artistas -León tiene la nómina de poetas, novelistas, pintores, periodistas, músicos y gentes de mal vivir más abultada de todo el país y, proporcionalmente, de Europa-, ha promovido una serie de actos (que no eventos) en otros pueblos de España, para dar a conocer la cultura de un pueblo que espera una cierta remoción en la dinámica histórica, sin que le reprima esa turbia noción política de la 'razón de Estado', para constituirse en Comunidad Autónoma. Durante todo el mes de abril se leerá un documento, redactado por Juan Pedro Aparicio -premio Nadal-, así como los 'Decreta', para celebrar que León fue la Cuna del Parlamentarismo, así reconocida por UNESCO. Convendría que este fuera el acicate para remover conciencias y que a los leoneses se les conozca en el mundo más por la civilidad y poesía que le han puesto al tiempo de los tiempos, y no por los agravios a que se les somete con tanta alegría, por unos y otros. Para colmo, Correos, de esta se forra.
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