Por Carlos Antonio Bouza Pol, escritor leones de Villafranca del Bierzo (Artículo publicado en el año 2004 pero que continúa de plena actualidad)
PRIMERO fue León, y su Reino. España vino después. Si los reyes de León, tan cazurros, no hubieran tenido «conciencia nacional» y un par de buenos cojones (uno conservador y otro progresista), esta tierra Ibérica, de Cristo y de María, sólo sería hoy infausta perdición; imposible para los vuelos que hacen tañer las campanas; imposible para la mística del vino; imposible para el botillo de El Bierzo -con grelos y cachelos-, verdadera bendición de Dios. La Historia de España no se puede entender si se olvida y menosprecia a León, a su reino, a sus reyes.
Aunque la enciclopedia Espasa lo diga, no es correcto llamar al monarca Alfonso VI el Bravo (1040-1109) rey de Castilla. Alfonso VI fue rey de León, tan rey de León como lo fue Alfonso V, el Noble (994-1027), el de los Buenos Fueros (1020) ¿Por qué se quiere ocultar que el rey leonés Alfonso VI ordenó a su vasallo (también leonés), el conde Pedro de Ansúrez, la fundación de la ciudad de Valladolid? Parece lógico que los pueblos traten, en general, de conocer, preservar y divulgar su Historia. Cuesta entender que Valladolid quiera ignorar la suya, sus orígenes leoneses y el gran papel que, desde el primer momento de su existencia, representó en la historia de León. Quien quiera hablar y escribir con propiedad y con rigor histórico tendrá que asumir que Valladolid no es más castellana que leonesa. En los libros de texto del Bachillerato que estudiamos en los años 60, Valladolid está como una más de las provincias del Reino de León (León, Zamora, Salamanca, Valladolid y Palencia). Así figura también en los libros y mapas de la segunda República. Alfonso VI de León, -y de Castilla y de Galicia- conquistó el reino de Toledo en el año 1085 y el reino de Valencia en el 1094 (El Cid Campeador no fue más que un vasallo suyo). Puso sitio a Zaragoza e incorporó a la corona de León (a la muerte de Sancho IV de Navarra) los territorios de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, con la Bureba burgalesa y La Rioja, titulándose Emperador de toda España (Imperator totius Hispaniae). Todos los reinos taifas peninsulares le rinden tributo e intentan aliarse con él para evitar perder sus tronos. Tanto es así que hasta el rey de Granada reanuda el pago de las parias entregándole 30.000 dinares en concepto de atrasos, corría el año 1090. Alfonso VI conquistó en 1092 el reino de Murcia, y en 1094 el reino de Badajoz. En 1093 conquistó Lisboa. En lo que se refiere a los reinos cristianos, los situados al este peninsular, le reconocen jerarquía superior y le prestan vasallaje. El reino de Valencia, conquistado por El Cid, en 1094, siguiendo su encargo, está integrado en el Imperio Leonés o Imperio Hispánico hasta el punto que en el año 1097, el emperador Leonés está en Valencia y preside una curia en la que es depuesto el conde de Barcelona, Berenguer Ramón II, el Fraticida, como culpable del asesinato de su hermano Ramón Berenguer, acaecido en 1082. En el año 1099 murió El Cid, y en 1102 Alfonso VI, el Emperador, ordena retirarse de Valencia, pues, ante la presión almorávide, prefiere concentrar todas sus fuerzas en la defensa del fundamental Reino de Toledo, que correspondía geográficamente a lo que era Castilla-La Nueva y estaba en proceso de organización y repoblación. Una muestra clara de lo que supuso la conquista y el mantenimiento del reino de Toledo lo testifica el prelado escritor e historiador leonés Lucas de Tuy que, un siglo después, dice: «Alfonso VI pobló toda La Extremadura y toda Castilla con pueblos, villas y ciudades como Ávila, Coca, Olmedo, Medina, Segovia, Íscar, Cuéllar, y Salamanca». Salamanca, ciudad a la que se empeñan en denominar castellana siendo eminentemente leonesa, y que hoy, desgraciadamente, se ve asediada por los nacionalistas catalanes, que pretenden saquear su Archivo Histórico de la Guerra Civil. En la Plaza de Oriente de Madrid hay una estatua monumento a este gran monarca leonés y español que murió en Toledo el día 1 de julio de 1109 y fue enterrado en Sahagún (León) en pleno Camino de Santiago. Por él lloraron, (manaron agua), las piedras de la Real Basílica Románica de San Isidoro de León, según relata la Crónica Najerense escrita a mediados del siglo XII y posteriormente la Historia del Arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada. A otro gran rey leonés, Alfonso VII (1106-1157), también nos lo quieren distraer. Hay autores, mal informados, que lo califican de «rey gallego», e incluso alguna enciclopedia le llama rey de Castilla, de formación castillanizante. Ignoran que lo único verdaderamente castellano que en la Edad Media se extiende por la península es la lengua, precisamente por impulso y tesón de los reyes leoneses, especialmente de Alfonso IX (1171-1230). A este gran reconquistador, azote de los moros, también se le pretende desubicar y menospreciar en su verdadera historia. Él fue quien en 1188 convocó Cortes en León en las que reunió por primera vez, junto a los representantes de la Iglesia y de los nobles, a los de las ciudades y al pueblo llano, por lo que, en justicia, se las considera las primeras Cortes Españolas, aunque, muchos desaprensivos se vengan empeñando, incansablemente, en llamarlas y presentarlas como Cortes Castellanas. Actualmente la Diputación de León está promoviendo la creación de la Fundación Cortes de León, con el fin primordial de evitar que nos sigan robando la historia y la identidad leonesa. Alfonso IX de León fue el fundador de la Universidad de Salamanca -para que los leoneses no tuvieran que salir a estudiar fuera de su reino-. Amaba la poesía y las bellas artes. Repobló El Bierzo. Conquistó Coimbra en 1212. Conquistó Badajoz en 1230 y, con el consentimiento del Arzobispo de Compostela, creó el Obispado de Badajoz para evitar que resucitara la antigua sede metropolitana de Mérida, y favorecer así el desarrollo de la ciudad del Apóstol Santiago, santo del que era muy devoto, y ferviente impulsor de su Camino. Este gran rey leonés murió precisamente haciendo el Camino de Santiago, fue en Villanueva de Sarria, cerca ya de Compostela, el día 24 de septiembre de 1230. Por disposición propia fue sepultado en el Panteón de la catedral compostelana, donde, paradójicamente, el Cabildo condenó a la clandestinidad al «Santiago Matamoros», al Santiago y cierra España, precisamente en este Año Jubilar, primero del siglo XXI. Alfonso IX de León fue el último rey privativo de la Corona leonesa. Después de él las Coronas de León y de Castilla ya tendrían reyes comunes.
De las «tres uniones» que hubo de las Coronas de León y de Castilla, León siempre aportó más territorios, más avance, más desarrollo y más leyes. En el año 1230 el joven rey leonés Fernando III juntó, definitivamente, las Coronas de Castilla y de León en una sola. Primero heredó la de Castilla, y posteriormente la de León. Extendió el castellano, como lengua oficial, mediante presión política, desplazando al gallego y al leonés. Mandó traducir al castellano el Fuero Juzgo leonés, convirtiendo en uno de los primeros monumentos de la lengua castellana lo que había sido el código de leyes visigóticas, el Fórum Júdicum. Luego, su hijo Alfonso X el Sabio continuaría su labor divulgativa. Ahora, cuando nos atacan, cuando pretenden acabar con la identidad leonesa, es necesario defender la verdad, romper una lanza por el antiguo y noble reino de León, verdadero fundamento y esencia de la unidad de España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario