Por Manuel Sánchez Rodríguez, Alcalde Pedáneo de La Mata de la Riba
El Instituto Nacional de Estadística prevé un descenso del 2% en la población de C. y León y el Sr. Herrera no se lo cree. ¿Otra negación de una crisis evidente?
Yo invitaría al señor Herrera a pasar un otoño y un invierno en los pueblos leoneses. Por las calles sólo se ven las sombras de las gentes que se fueron, la ausencia, el pasado que se desmorona. Y los viejos, sólo los viejos.
Se arreglan casas, es verdad, porque los hijos del pueblo no soportan ver cómo se cae el esfuerzo de sus mayores. Pero su vida ya no está, ni estará nunca más en esos lares.
Y lo triste es que hay remedio, pero no se hace nada práctico por evitarlo. Sólo se piensa en el turismo rural, ignorando que este concepto se ha tergiversado. Surgió como una ayuda para aquellas personas que, viviendo del campo, tenían unas habitaciones de más, que podían dedicar a ese tipo de turismo. Esto los ayudaría a conseguir unos ingresos adicionales y, de paso, se arreglarían sus viviendas y podrían vivir en condiciones más dignas que hasta entonces. Pero ahora se pretende vivir sólo de eso y el año tiene 52 semanas y hay que contar las que se pierden por mal tiempo, y los costos de mantenimiento, y los impuestos, y la competencia... y la crisis. Cuando el dinero no llega, lo primero que se suprime es lo superfluo y siempre lo paga la hostelería. En este puente del Pilar, parece que el turismo rural en la provincia sólo alcanzará el 30% de ocupación.
¿Qué va a ser de León con una crisis ya confirmada para unos cuantos años más? No podemos seguir empecinados en convertirnos en una empresa de servicios. Y lo que hagamos en este sentido debe ir encaminado a crear centros turísticos capaces de crear sinergias que ayuden crecer a determinados núcleos urbanos, que a su vez fijen población en su entorno. No es de recibo que las aguas del antiguo balneario de Boñar sigan perdiéndose en el río, cuando un balneario y una planta embotelladora crearían más puestos de trabajo que muchas pequeñas casas rurales y serían un revulsivo para la zona. Y, además, tenemos que producir. Tenemos que volver al denostado sector primario, fomentando una ganadería competitiva, el desarrollo de la industria maderera y urgiendo la solución al factor contaminante del carbón. Dependemos del gas de Argelia, que prevé una subida del 30 por ciento. Cuando el precio de la energía eléctrica alcance cotas prohibitivas, nuestra competitividad se hundirá definitivamente. Hay que lograr que vivir en un pueblo resulte más barato, mucho más barato, que vivir en la ciudad. No puede ser, por ejemplo, que los costes de recogida de basuras sean iguales a los de León, pero sin barrenderos a diario por las calles, porque se haya convertido en un negocio para algunos. Nuestros montes esperan para dar trabajo a las gentes que los limpien y no ardan en verano. Pero este trabajo tiene que ser para habitantes de la zona y no para cuadrillas contratadas por empresas que cobren cuatro veces más que el trabajo que realizan.
Cuando se crearon las autonomías, nos dijeron que era para descentralizar. Hemos cambiado los centros. Al estar más cerca de nosotros, lo están absorbiendo todo, como grandes agujeros negros que a medida que crecen se hacen más y más poderosos. Las empresas buscan estar cerca del poder político, donde se cierran los grandes negocios. Por eso Valladolid progresa y León se queda sin nada.
Ha llegado el momento de dejar de vivir de espaldas a una realidad que nos aplasta. Estamos desmontando medios de vida que han servido siempre y que han sido la solución a las crisis económicas y sociales que se han sucedido a lo largo de la historia. La utopía de la tecnología y los mercados piramidales sólo hace rico a unos pocos. La realidad siempre ha estado en la tierra, en lo tangible, en lo que todos necesitamos, todos los días, para subsistir. De lo demás se puede prescindir.
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