Por Gonzalo Fernández-Valladares
Llegando a las postrimerías del presente año y ante la inminente celebración en
el siguiente, del 1100 Aniversario del Reino de León, somos muchos los que
comprobamos con tristeza que nuestros peores augurios, de hace poco más de
un año, se confirman.
La organización del evento bajo la atenta supervisión y patronazgo principal, de
la misma institución que no escatima esfuerzos para difuminar o borrar
cualquier indicio de nuestra historia, no parecía entonces, y ahora se
comprueba, una idea acertada, máxime cuando en su exposición de motivos, ya
desvirtuaba toda la celebración con las siguientes palabras: “se desarrollarán
principalmente en la provincia de León y que tendrán repercusión en toda la
Comunidad”. Esta declaración de principios dejaba ver a las claras que la
intención de los organizadores, lejos de dar a conocer y poner en valor, la
historia y tradición del Reino de León, se reiteraba en los conocidos y
malintencionados errores de confundir el Reino con la provincia que lleva su
nombre y diluir su personalidad histórica en este amasijo comunitario en que
nos encontramos inmersos desde 1983.
Y así ha ido pasando el tiempo y a poco menos de un mes de la fecha de partida,
nos encontramos con un programa de actos sin cerrar y que los organizadores,
no sin cierto bochorno, califican de “digno”, sin que hasta la fecha se haya
promocionado tan importante evento por ningún medio y hasta tal punto que a
estas alturas, ni siquiera se haya creado una página web para su promoción
virtual, hecho éste que en pleno siglo XXI es considerado como esencial y
rutinario por cualquier persona al corriente de las estrategias de difusión y
“marketing”.
Por otro lado, lo conocido del incompleto programa preliminar, deja ver a las
claras, su interés, por realizar unos actos de bajo perfil, con limitada difusión y
escasamente participativos, ya no solo a nivel Estatal (recordemos que se
anunció a bombo y platillo la participación de la Sociedad Estatal de
Conmemoraciones Culturales) si no tan siquiera en el propio ámbito del Reino
de León, como territorio histórico europeo.
Es llamativo como cualquier campaña de la Junta de Castilla y León, dirigida a
afirmar una identidad cultural inexistente, cuenta con un despliegue
presupuestario y mediático de primer orden a nivel nacional, como han sido las
de la Marca Territorio de Castilla y León, la de Tierra de sabor, la de Castilla y
León es vida, o la de promoción de las Edades del Hombre y todo ello sin contar
las organizadas por la Fundación Villalar para promover un sentimiento
identitario artificial. Por el contrario, la celebración del Reino de León lejos de
ser motivo de orgullo, constituye para los patrocinadores una ocasión molesta e
incómoda, que como vergüenza familiar, no conviene airear demasiado.
De ahí que la propia Junta como organizadora, paradójicamente, sea la
encargada de que apenas se difunda, lo haga localmente y por supuesto se
oculte de forma descarada la leonesidad de Zamora y Salamanca, en la misma
línea de ocultación y manipulación que viene siendo habitual, tanto en los libros
de texto como en todas las publicaciones que son sufragadas de forma directa o
indirecta por la citada institución.
De este modo la próxima celebración se encamina hacia otro sonoro fracaso,
como en su día lo fue otro hecho que se fraguó con idéntico propósito y por los
mismos organizadores: la celebración del VIII Centenario de las Cortes
Leonesas y que pasó una vez más sin pena ni gloria y con ninguna
transcendencia posterior.
A pesar del escaso tiempo restante y con un año por delante, me aventuro a
hacer una propuesta a los citados organizadores, confiando una vez más, que
sea más su responsabilidad respecto al pueblo que deben gobernar en justicia,
que los míseros intereses que les conducen hasta la fecha. Y ya que a estas
alturas sería imposible cambiar el rumbo de lo ya programado, mi propuesta
consiste en un solo acto que por sí mismo ponga en valor toda la celebración,
además de articularse las maniobras correctoras necesarias para hacer
partícipes a Zamoranos y Salmantinos de lo que por derecho propio les
corresponde.
Con mi propuesta se saldaría en parte, una deuda histórica que el Estado
español contrajo, con uno de sus principales pilares fundadores, al que se le
privó, por oscuros intereses, de una Autonomía que por derecho le correspondía
y le corresponde y que hoy en día y de forma sistemática es negado, ocultado y
despreciado, diluido en una falsa región, de espaldas al pueblo leonés.
La propuesta sería la de recuperar, aprovechando la efeméride del 1100
Aniversario del Viejo Reino, la secular tradición de la proclamación Real, que se
celebraba en la Catedral de León junto al "alzamiento de pendones",
consistente en la proclamación de cada nuevo soberano que accedía a la
corona española, como Rey de León. Este ritual se celebró por última vez en
1843 en honor de Isabel II. Este acto por si solo, daría a los actos
conmemorativos el empaque que merecen, así como facilitaría la difusión y
popularización de la realidad histórica leonesa, que debería ser el objetivo
último de la celebración.
Espero que los eminentes miembros de la Comisión conmemorativa, tengan a
bien mi propuesta, el pueblo leonés les estará agradecido.
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