Por Emilio Rodríguez. Movimiento Cívico contra la Sama-Velilla
Nada más imposible y cansino que explicar lo obvio o tratar de argumentar con un idiota; que dijo el más sabio de los sabios y pensaron muchos más. Señores Herrera (presidente de la Junta de Castilla y León), Villanueva (su consejero de Economía), señor Sebastián (ministro de Industria); señor Atienza (presidente de Red Eléctrica Española), señor Areces (presidente del Principado) y otros: la gente que integramos el Movimiento Cívico contra la Línea de Alta Tensión Sama–Velilla no podemos entender que con la información técnica, jurídica y medioambiental que se ha puesto en sus manos, más con la que a buen seguro ya disponían, no tengan ustedes ya más que suficiente para haber concluido que lo disparatado de este proyecto es una obviedad. Y haber procedido ya, consecuentemente, a su retirada urgente, incondicional y definitiva.
Tampoco queremos creerles tan faltos de sentido común, de criterio, ilustración o capacidad de discernimiento como para someternos a la cansina tarea de seguir argumentándoles sobre la absoluta improcedencia del mismo. ¿Qué explicación racional queda pues para entender la contumacia de mantener este despropósito si también quisiéramos creerles dotados de honradez y deontología profesional? Ninguna. Y es que, señores, sólo dejan ustedes vía libre para la peor.
Nosotros podríamos comprender hasta cierto punto que han de moverse dentro de un megalómano sistema socio–económico ya calificado en organismos internacionales de insostenible y que ha metido al mundo, y a este país con especial intensidad, en una crisis que mejor se hubiera calificado de colapso global. Y que los más preclaros próceres mundiales, Obama y Zapatero incluidos, dicen que ha de corregirse de urgencia si no queremos que nos lleve a todos al desastre.
Pero nos preguntamos una y otra vez cómo puede ser que en un caso de insostenibilidad químicamente puro como la Sama–Velilla, no hayan puesto manos a la obra de colaborar en tan loable empeño mundial retirando el proyecto. Menos aun entendemos que, con irracionalidad infinita, se hayan mostrado ustedes entusiastas con el mismo. ¿Verdad, señor Areces? Vamos a poner fe de carbonero en que con la nueva Ley de Desarrollo Sostenible impulsada por el Gobierno de nuestro paisano Zapatero, que a buen seguro en su exposición de motivos les abre pista para actuar, tomen ustedes este último tren y con sabia e inmediata rectificación decidan, unánimemente todos, la retirada de este desatinado proyecto de infraestructura eléctrica.
¿O tampoco señor Atienza?
Tendrían ustedes que explicarse muy bien entonces, si es que no van a escuchar el clamor de la ciudadanía a la que se deben y no deciden ya sin demora la tan reclamada retirada. Y desde ahora les adelantamos ya que en tan lamentable caso, no van a encontrar explicación por la sencilla razón de que no la hay. Por último, desde el Movimiento Cívico contra la Sama–Velilla, les volvemos a advertir que no tienen ustedes legitimidad ni derecho para perpetrar este desaguisado; ni para dilapidar un patrimonio económico y medioambiental que es de todos; ni para violar en tal empeño toda legalidad y normativa que lo prohíbe; ni para ningunear la voluntad ciudadana. De paso, tengan el buen gusto de eliminar ya de su discurso falaces deposiciones como «proyecto de Estado», «proyecto de interés nacional y para España», «asegurar el suministro eléctrico», «reforzar el mallado», «evitar apagones» y otras tonterías impresionabobos propias de quien nada con sentido tiene que decir, y que ofenden a la inteligencia; excepto, al parecer, a la suya.
¡Ah! y caso de continuar en su necia actitud, los hados no lo quieran, nos van a obligar a investigar a fondo la verdad, consecuencias y motivos últimos de este despropósito y mostrar al público la explicación de lo inexplicable. Seguro que no les iba a gustar. Seguro. Tengan la coherencia y la inteligencia de obsequiar en esta Navidad a los ciudadanos con la buena nueva de que por fin han decidido la retirada urgente, incondicional y definitiva de este proyecto destructor. Aun siendo ésta su obligación técnica y legal, les quedaríamos eternamente agradecidos.
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