viernes, 19 de febrero de 2016

Carnavalada

Por Santiago Trancón (publicado el 17.02.2016 en La Nueva Crónica http://www.lanuevacronica.com/carnavalada)

No me refiero al panorama político nacional, ni al lamentable espectáculo de títeres y titiriteros sin cabeza al que hemos asistido estos días, sino a los Carnavales de León. Javier Callado se ha adelantado en este mismo periódico y ha escrito una magnífica columna sobre el tema. Ha destacado la importancia del desfile de Carnaval de este año y ha señalado le necesidad de realzarlo, reorganizarlo y convertirlo en un referente cultural único, por su «valor antropológico y etnográfico». Me alegra coincidir y compartir la propuesta.

En mi libro ‘Huellas judías y leonesas en el Quijote’ destaqué la influencia de las costumbres, fiestas y danzas del noroeste en la obra de Cervantes. Julio Caro Baroja ya descubrió la riqueza excepcional de estas tradiciones. Sin duda es el rincón de Europa que más y mejor conserva la huella de mitos, fiestas y ritos animistas, totémicos y paganos que se remontan, no ya a la Edad Media, sino a la antigüedad prerromana.

Frente al Carnaval importado de lentejuelas, plumas, carrozas y purpurina; frente a tanta extravagancia y cursilería, alegría postiza y exhibicionismo histérico e histriónico, los carnavales de León podrían convertirse en una fiesta y un espectáculo distinto y original, mucho más auténtico y atractivo. No se trata de inventar nada, sino de recoger y potenciar lo que ya existe, esos carnavales que sorprendentemente han pervivido a lo largo de milenios. Los nombres mismos, con su potente fonética, ya encierran esa fuerza ancestral, ese olor, sabor, color y tacto que nos remite a experiencias primigenias en las que el hombre conecta sus miedos, anhelos e impulsos con los misterios de la naturaleza, la fecundidad, los instintos animales: antruejos, zafarrones, jurrus y castrones, mascaradas y zamarrones, birrias y paparrachos, guirrios y maranfallos, ruanillos y arrumacos, la gomia y las madamas; la tarara y la zafarronada, la pedigalla y la mojiganga… Podemos añadir las zamoranas obisparras, filanderas, talanqueiras, zarrones y moharrochos...

La Diputación de León, a través del Instituto Leonés de Cultura y el Museo Etnográfico, debieran constituir mañana mismo un grupo de trabajo que tuviera conocimientos y experiencia sobre el tema y que se propusiera organizar una gran Fiesta de Carnaval que convirtiera a León en un referente único. Se trataría de recoger, depurar, ordenar y montar, con criterios artísticos y teatrales, un gran espectáculo de máscaras, monstruos, desfiles y danzas. A su alrededor podrían irse integrando otras iniciativas relacionadas con la gastronomía, conciertos, exposiciones, cine y hasta congresos de historia y antropología.

La cultura es nuestro gran patrimonio. Frente a tantos inventores de señas de identidad espurias, el antiguo Reino de León tiene una riqueza ‘antropológica’ y ‘folclórica’ que no debería desaparecer bajo el impulso de modas impostadas. No ‘ponerlo en valor’ sería de bobos, desdeñosos o irresponsables.

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