jueves, 10 de abril de 2014

Del regionalismo al nacionalismo leonés

Por José Antonio Fernández Llamas, publicado el 03.11.2003 en Diario de León (http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/regionalismo-nacionalismo-leones_106125.html)

EN EL PERIÓDICO La Nuestra Tierra de 11 de agosto de 2.003 aparecía publicado un estudio de resultados contundentes. Un 43% de los jóvenes leoneses se siente antes leonés que español, mientras que uno de cada cuatro sólo se siente leonés. No obstante, a nadie le deberían extrañar, y menos escandalizar, tales datos. Son, sin duda, fruto de una temprana toma de conciencia de la identidad leonesa que no casa bien con la condición, puramente administrativa, de castellano-leonés; máxime cuando, de forma constante, se pretende que la segunda anule la primera -como penúltimo botón de muestra, tráigase a colación los objetivos de la recientemente creada fundación Villalar-. Los sentimientos individuales, heredados o innatos, de corte leonesista no entienden de intereses partidistas ni de arbitrarias decisiones -dícese de la resolución política de carácter unilateral que, a modo de imposición, luego carente de fundamento, se otorga a los «afortunados» ciudadanos-; mas, al contrario, subyacen y se alimentan de particularidades históricas, geográficas, culturales y sociales conformadoras de la idiosincrasia de la región leonesa. He aquí la equivocación, el dislate: tratar de coser la anterior a otra, en este caso la castellana, y empecinarse en que tal invento funcione y adquiera carta de naturaleza. Esta unión, que no unidad, produce, empero, un efecto opuesto al que se pretendía: la lucha por la desunión, por recuperar la realidad preexistente. Y esto, además, trae consigo planteamientos lógicos como sentirse leonés antes que castellano-leonés y ,por extensión, antes que español; y otros mas radicalizados, solo entendibles bajo el prisma de la pataleta inducida, como sentirse únicamente leonés. Sea como fuere, resulta un hecho tangible -y así se pone también de manifiesto en el estudio realizado- que la opresión que, desde veinte años atrás, viene sintiendo el regionalismo leonés ha ocasionado la derivación del mismo hacia tesis nacionalistas de perfecto encaje en el artículo 2.1 de la Constitución española. De tal modo que la región leonesa lejos de quedar postergada, y menos fagocitada, se ha erigido más reivindicativa. De ahí emana con fuerza el concepto de nación. Es comprensible que, ante la injerencia externa inaceptable que supone el tratar de encorsetar la sempiterna región leonesa dentro de un marco inadecuado, aflore con firmeza, obviando cualquier otra consideración, el hecho diferencial. Para mayor desgracia, la protesta o la denuncia son los únicos medios de defensa permitidos al objeto de dar respuesta a tal situación. No ocurre lo mismo cuando las tornas cambian. Así, como es de sobra conocido, ante la propuesta de estado libre asociado lanzada por el lendakari Ibarreche, nuestra clase política gobernante no dudará, una vez agotadas otras vías menos traumáticas, en la aplicación del artículo 155 de nuestra Carta Magna. Este precepto está previsto para supuestos, como el referido, en que la integridad territorial del Estado se vea seriamente amenazada; en cuyo caso se da por hecho la afectación del interés general. No se tuvo, sin embargo, en cuenta el interés general cuando se obró la comunidad actual, sino, mayormente, el de Martín Villa -el pirómano mayor del reino, últimamente en labores de apaga fuegos- y otros arrimados de menor entidad. El problema radica en que el interés general, al tratarse de un concepto jurídico indeterminado, es susceptible de distinta interpretación; y que tal interpretación corresponde hacerla a la propia administración. Esta situación coloca al ciudadano en situación de indefensión y desigualdad. Debiera también existir un artículo que obligara a la administración transgresora a rectificar y reconducir su actuación en pos de las necesidades e intereses de los administrados; máxime si se tiene en cuenta que son estos los que eligen a los representantes de aquella con la finalidad de que hagan buen uso de la confianza en ellos depositada. Es ruin, por premeditado, el argumento de que cada cuatro años, con nuestros votos, podemos refrendar o castigar unas y otras gestiones. Muchos leoneses votan, sobre todo cuando de elecciones generales se trata, a los dos grandes partidos mayoritarios; y ello, por estar de acuerdo con sus grandes líneas de actuación o por motivos de sufragio útil. La mayoría de los votantes, sin embargo, muestran su disconformidad con el actual ente autonómico -las reiteradas encuestas así lo certifican-. Es precisamente la encuesta con mayúsculas, el referéndum, el medio más adecuado en orden a desvelar la verdadera voluntad de los ciudadanos. La Constitución lo prevé; simplemente, no interesa convocarlo. A mayor abundamiento, la evolución operada es de sobra conocida para los políticos leoneses debidos a partidos de ámbito estatal. Sus representantes locales y provinciales más autorizados han mostrado su rechazo frontal a la integración de León en la fundación Villalar, simplemente por divergencia de intereses. Por otra parte, el candidato socialista José Luis Rodríguez Zapatero aplaude la menos razonable euroregión de Maragall, a sabiendas de las opiniones encontradas y la polémica que está generando en su propio partido. ¿Por qué, y con fundamento en sus propios argumentos, dichos políticos no apoyan sin reservas las legítimas demandas leonesistas y, al contrario, siguen mirando hacia otro lado?. ¿O es que acaso no es suficiente el creciente sentimiento nacionalista que, en los más jóvenes, y no tan jóvenes, desplaza y supera el de pertenencia a una región?. Quizá prefieran esperar la llegada de otra generación, a ver que cariz toma definitivamente el asunto. No sería de extrañar que para entonces el planteamiento recogiera demandas secesionistas. Dicho horizonte no aparece tan lejano. Recuérdese: uno de cada cuatro jóvenes solo se siente leonés. ¡Ojo a la cifra!.

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