lunes, 4 de febrero de 2013

La Ciudad de las Coimas

Al igual que en otras ocasiones no nos encontramos ante un "rugido" exclusivamente leonés sino referido a toda España. Sin embargo, teniendo en cuenta que la corrupción es como una mala hierba que se extiende por todo el país, y por el indudable interés general que tiene, lo incluímos en esta página.

Por Enric Juliana en La Vanguardia

Cuando la magistratura italiana comenzó a enviar políticos a la cárcel por el cobro ilegal de comisiones hubo una singular pugna periodística para dar nombre al acontecimiento. Mani Pulite, decían algunos. Tangentópolis, escribían otros. Un terremoto sacudía los cimientos de la República y el inmovilismo propiciado por la Guerra Fría parecía llegar a su fin. Italia tuvo 48 gobiernos en 46 años (1946-92) y podría decirse que siempre mandó la Democracia Cristiana. Derruido el Muro de Berlín, las clases medias exigían una cierta limpieza. Una oxigenación. Y el Partido Comunista Italiano, metódico y paciente como la Compañía de Jesús, había conseguido influencia en la magistratura. (Una influencia quizá parangonable a la que algunos observadores atribuyen hoy al Opus Dei en la judicatura española). Estalló todo y los periodistas se pelearon por darle un nombre al evento, virado a la izquierda.

El fiscal italiano Antonio Di Pietro, cara visible de Mani Pulite (Manos Limpias) era el lema preferido por jueces y fiscales. Contundente, fácil y publicitario, tenía aires de radicalidad burguesa y también evocaba la “cuestión moral” planteada en los años setenta por el popular líder comunista Enrico Berlinguer, con algunas ideas de las que hoy se vuelve a hablar en Italia: un franciscanismo de izquierda; la austeridad entendida como filosofía social y no sólo como una restricción de las rentas salariales.

Tangentópolis (tangente: comisión, soborno) era una denominación más ocurrente, más periodística, más a ras de suelo. Puesto que la ofensiva judicial había comenzado en Milán, la potente capital del Norte pasó a ser la “ciudad de los sobornos”. Pronto toda Italia se sintió aludida. Es una expresión dinámica que nos remite al catálogo de las Ciudades Invisibles de Italo Calvino, un libro muy bueno. En castellano, en un castellano bañado en el realismo mágico, una traducción de Tangentópolis podría ser la Ciudad de las Coimas. La coima es cohecho y soborno, pero también se refiere a los gajes del garitero y al concubinato.

España, sin embargo, aún no ha encontrado un nombre para todo lo que le está pasando. Es inevitable la comparación con la Italia de los 90, pero aquello fue mucho más fuerte: 3.000 procesos judiciales, decenas de políticos encarcelados, cinco partidos derrumbados (Partido Socialista, Democracia Cristiana y los tres pequeños partidos llamados laicos: Republicano, Socialdemócrata y Liberal), un ex primer ministro procesado y exiliado en Túnez (el socialista Bettino Craxi), varios suicidios (casi inexistentes en los escándalos de corrupción españoles) y una sorpresa final: ante el vacío creado, las clases medias, temerosas de entregar el gobierno al Partido Comunista rebautizado, dieron el poder a Silvio Berlusconi y al partido de la televisión. La experiencia, con sus altibajos, ha durado veinte años. Ahora se acaba.

Y ahora es el turno de la España con las manos tiznadas. Una gran desmoralización colectiva en medio de una crisis económica atroz. Notorio agotamiento de la Cultura de la Transición. Evidente desgaste del sistema de partidos pactado en 1977. La Segunda Restauración en apuros. Aires de ajuste de cuentas, inquietantes indicios de chantaje y movimientos policiales no identificados. Alguaciles, alguacilados. Se ha intentado combatir el soberanismo catalán imponiendo la imagen de una Catalunya siciliana y manipulada por una delictiva secta nacionalista y, dos meses después, la mayor cuenta detectada en Suiza corresponde al tesorero del Partido Popular. Una fortuna de 22 millones que nadie sabe explicar. Desmoralización, irritación y más movimientos por arriba que por abajo. Veremos a Baltasar Garzón intentando emular a Antonio Di Pietro –el fiscal italiano que se convirtió en tribuno político– y oiremos hablar de los nuevos teóricos del republicanismo presidencialista y jacobino. En caso de mucho apuro, un republicanismo semiautoritario sería el Berlusconi español.

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