domingo, 20 de mayo de 2012

Nuestro carmesí y su morado

Por Máximo Soto Calvo, Plataforma Regional Pro-Identidad Leonesa

En la cuartelada autonómica, el león del escudo que distingue a un pueblo permanece simbólicamente amenazante, pero prisionero de una imposición. En tanto los leoneses, a quienes alude, lo toleran con indiferencia.

La apisonadora de lo leonés llamada Fundación Villalar aún no ha encontrado un color que defina al ente mixto castellano y leonés. Los colores son lo que son y el ente demasiado postizo. Tal vez por ello el ínclito presidente autonómico, señor Herrera, se dejó colocar un pañuelo morado, como símbolo castellano, por la mano «bienintencionada» de la presidenta de las Cortes, la benaventana María Josefa García Cirac. Y lució palmito el presidente, allá en la campa, en una fiesta más castellana que nunca. Por supuesto García Cirac, de Zamora, estudiante en Salamanca y allí política PP ejerciente, castellanizada a tope ella, exhibía con esmero el mismo color al cuello. ¡Al César lo que es del César! Y no contenta con esto, hábilmente embozó, no se la ocurrió mejor cosa para abrigar de morado el presidencial cuello de Herrera, quien esa misma tarde habría de ir a hablar con el señor Rajoy, faltando al plan festivo que con todo mimo había preparado la Fundación.

¡Era tanto el frío en la campa!, frío ambiental termométrico; y de modo muy especial, ante las consumadas impostura, un frío sentimental que la fundación es incapaz de controlar. En tanto los autonomistas que nos administran se empeñan en no querer comprender la diversidad, imposible de refundir con dinero o con falsedades interpretativas. La indiferencia leonesa no es postural, es real y eso les duele. El morado y el castillo, marcaron al presidente del ente, a todos los políticos que él controla, y a algunos que dicen estar en la oposición. ¡Todo sea por Castilla! Nada que objetar al hecho de que portara su color, y lo hiciera satisfecho, orondo, lo reprobable es que a León, a los leoneses, se nos obligue a estar ceñidos a un ente que no quiere ver más allá del morado castellano.

Un profesional del reportaje fotográfico, siempre atento a los movimientos de los políticos, supo captar, con relación al colorido tema que hoy nos motiva a escribir y describir, el momento en el que dos cómicos, de los de verdad, de los que hacen del humor una profesión, y que no suele necesitar de palabras, saludan al señor Herrera. Manifiestan su ingenio dando a su expresión corporal, y gracioso gesto admirativo, el valor que su arte requiere, en especial la mujer que, boquiabierta ostensiblemente, mira complacida al presidente. Éste, para la ocasión, puede que un tanto forzada, con el morado pañuelo ceñido al cuello, la mirada y el pensamiento más allá de la peripecia, trata de salir del paso, y sus labios se separan en un rictus poco explicable en un rostro de forzados signos risueños.

Al día siguiente, el color carmesí de nuestra bandera ondeaba al aire leonés en nuestras calles. Se trataba de recordar el día 24 de abril de 1808. Un acto reivindicativo leonesista, que en esta fecha rememora y revitaliza la postura de los leoneses, quienes, queriéndose liberar del yugo de las tropas francesa, proclamando rey a Fernando VII, en 1808, se disponían a luchar contra la francesada.

El acto de la proclamación real no era nuevo entre los leoneses, ni el tremolar de su pendón una representación banal, estaba sujeta a una tradición enmarcada en el mejor de los deseos de seguir haciendo nación. Aquella España que sus antecesores generosamente se habían empeñado en «reconquistar» durante la etapa medieval, y que en 1808 nuevamente invadida necesitaba de colaboración leonesa para recobrar la libertad.

Con los pies en el suelo del hoy autonómico, se articulan estos movimientos revitalizantes de protesta hacia la autonomía que nos ha sido impuesta, y contra la que nos hemos venido rebelando sin solución de continuidad, pero en plan decadente en atención al esfuerzo mayoritario reivindicativo, sin que éste se agote en sí mismo, como en el ente autonómico esperan.

El yugo que el Estatuto de autonomía de 1983 nos supone, y del que el leonesismo trata de desprender a León, no sé si, tal como se dice en los versos de Miguel Hernández, terminaremos siendo capaces de romperlo sobre las espaldas de quienes nos quieren anexionados a su territorio.

Un número importante de los leoneses manifestantes llevaban con satisfacción la bandera carmesí que nos significa y define, colocada a modo de capa sobre su espalda, en tanto ésta lucía exultante el escudo con el león rampante. Caminando así, de frente y con firmeza, bajo el manto protector de nuestra enseña, el gesto puede venir a significar el imperecedero intento de salvaguarda el sentimiento. Lo leonés que nos define queda cobijado.

Nosotros los leoneses simplemente pretendemos seguir pensando como pueblo, y libres en nuestro propio territorio. Pero esto hay que defenderlo, y a todos, estemos o no presentes en estos actos, nos compete.

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