Por Ara Antón
Hace unos días, leía con una cierta tristeza que la plataforma para la defensa de las amenazadas ruinas de nuestra olvidada ciudad de Lancia había conseguido “más de cinco mil firmas”. ¿Cuántas más? ¿Quince? ¿Cien?
Parafraseando al poeta: Aquellos fieros astures ¿qué se hicieron? Es imposible que su sangre valiente, decidida, comprometida con lo suyo, ansiosa de libertades, corra por nuestras venas.
“...los cántabros y los astures, dos pueblos muy poderosos de Hispania...” (Orosio).
“...corre a la muerte voluntaria por temor a la esclavitud......se mataron casi todos por el fuego, la espada o el veneno...” (Orosio).
“Lancia, ciudad muy fuerte, acogió al dispersado ejército..... Carisio consiguió que se la perdonase para que, siguiendo en pie, fuese monumento de la victoria romana...” (Floro).
Los leoneses (astures), que resistieron con ferocidad a Roma, haciendo que el propio Octavio Augusto hubiera de desplazarse hasta nuestras tierras para coordinar la conquista, parecieron renacer en los Picos de Europa, unidos a los asturianos –pueblos hermanos desde siempre- para empujar hasta el estrecho al nuevo invasor –omito su nombre por no ser políticamente correcto-. Poco a poco, con tesón, decididos a recuperar lo suyo, fueron tomando las tierras que les habían arrebatado. ¡Ya! ¡Ya lo sé! De la Reconquista no debe hablarse, como tampoco de la gesta del descubrimiento de América, porque ningún conquistador a lo largo de la historia causó bajas en las batallas. Sólo España y los españoles fuimos “malos” y como estamos tan arrepentidos de nuestros hechos –que en lo único que se diferencian de los de los demás países es en que, además de conquistar, nos mezclamos con ellos- los disfrazamos y pedimos perdón, cosa que no estaría mal si todos los invasores, o descubridores, o conquistadores que en el mundo han sido lo hicieran. Probablemente, si nos hubiéramos mantenido lejanos e inalcanzables –ingleses, franceses...- seríamos más respetados o, tal vez, nos respetaríamos más a nosotros mismos y dejaríamos de bajar la cabeza y esconder nuestras virtudes, que, aun cargados de defectos como todo ser humano, tuvimos y deseo creer que aún tenemos.
Los feroces astures, los valientes y tenaces reyes cristianos, los intrépidos y sufridos conquistadores ¿qué se hicieron?
Ahora sólo nos piden una firma ¿Tanto nos arriesgaríamos si tomásemos el bolígrafo? Es lo nuestro lo que está en juego. Es el legado de nuestros antepasados y, quizás, el futuro de nuestros hijos. Salvemos Lancia, a pesar de la opinión ¿incomprensible? de los regidores de su entorno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario