En relación con el conjunto funerario que, en breve, se inaugurará en Sahagún para los restos de nuestro rey Alfonso VI de León, “El Bravo”, de cuatro de sus esposas y de su único hijo varón, Sancho Alfonsez, obra del escultor Amancio González, y ante nuestro profundo estupor y desagrado por alguno de los elementos incluidos en el mismo, acabamos de enviar a los medios de comunicación, nuestra siguiente:
NOTA DE PRENSA
No entraremos a comentar el hecho de que en un sepulcro en que yacen los restos de cuatro reinas se haya puesto la estatua yacente de una de ellas, aunque no nos parece oportuno, ni respetuoso para las tres a las que se oculta, siendo precisamente una de ellas la madre de la heredera del trono, la reina Urraca I de León, es un tema que daría para otro escrito pero hay cosas muchos más graves que nos preocupan, molestan y desagradan profundamente.
Ciñe la cabeza del rey una corona en la que se repite machaconamente el emblema de Castilla, totalmente fuera de lugar por muchas y variadas razones:
- Alfonso VI, además de firmar su documentación como “Imperator Totius Hispaniae” la firmó como “Rey de León y de Galicia” hasta la conquista de Toledo y, a partir de dicho momento como “Rey de León y de Toledo” sin usar, en ningún momento el título de “Rey de Castilla”, lo que no deja de ser comprensible si tenemos en cuenta que se trataba de un reino efímero que había durado únicamente seis años.
- El título de “Rey de Castilla” fue usado por su hermano Sancho entre el 27 de diciembre de 1065 y el 12 de enero de 1072, fecha ésta última en que se autocoronó Rey de León y a partir de cuyo momento, durante los nueve meses escasos (12.01.1072-07.10.1072) en que usurpó la corona leonesa, sólo se identificó como “Rey de León” en su documentación, olvidando el título castellano que había considerado más una afrenta a sus derechos de primogenitura que un honor.
- El castillo, como símbolo heráldico del Reino de Castilla, no aparece hasta un siglo después, en el reinado de Alfonso I de Castilla (al que pomposamente llaman VIII obviando que no hubo siete Alfonsos castellanos), tataranieto de Alfonso VI, y el primer documento en que figura un castillo es del año 1176, custodiado actualmente en la Catedral de Toledo.
- La corona que se ha utilizado es una copia de la corona de Sancho III (1258-1295) (al que denominan IV) de Castilla Y DE León que se conserva en la Catedral de Toledo, como fácilmente se puede comprobar (https://www.encastillalamancha.es/cultura/la-corona-de-sancho-iv-cedida-por-la-catedral-de-toledo-brillara-en-el-museo-arqueologico-nacional/?fbclid=IwAR1UpwOkgZB9QbT5Hrs6SNe_H7pZZBkrRpdllWXUsvKADr3AbCW8AoFXamk) es decir, dos siglos posterior a la existencia de Alfonso VI de León (1040-1109) y que, según afirma el responsable de Patrimonio de la Catedral de Toledo, era “para destacar el reino de Castilla”.
- Y aquí llegamos al “summun” del ridículo cuando el autor ha llegado a afirmar que “puesto que las coronas (el artilugio en sí) se heredaban ¿quien puede decir que Alfonso VI no lució esta misma corona u otra similar? Bastaría indicar que la corona en cuestión fue encontrada en la tumba de Sancho IV, es decir, enterrada junto con su propietario, lo que ya cuestiona la afirmación de que dichos artículos pasasen de padres a hijos pero ¿es siquiera sensato que alguien en su sano juicio pueda creer que el rey, titular de un reino de 340 años de antigüedad (185 como reino de los astures y reino de Oviedo y 157 como reino de León) cuando llegó al trono, decidiera “resaltar” un reino que sólo había contado con seis años de existencia y cuyo todo mérito en dichos años había consistido en hacer la guerra a su reino de León? Seamos serios y lógicos por una vez y veamos lo que pudo suceder a tenor de los acontecimientos y situación de la época.
- Pero lo que supone un “rizar el rizo” indefendible es pretender justificar la utilización de dicha corona, como hemos leído en alguna publicación de internet del propio autor, bajo el falso argumento de que se pretendía “rodear al rey de elementos románicos” y que no había información sobre cómo vestir a Alfonso VI, no descartando que dicha corona (no lo olvidemos, utilizada por Sancho IV 200 años más tarde) pudiera haber sido llevada por nuestro egregio monarca.
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Para empezar se nos ocurre que una pequeña investigación en el Tumbo A de la Catedral de Santiago y en el Libro de las Estampas de la Catedral de León podía haber solucionado, perfectamente, el problema de documentación, pero encontramos en esta declaración una terrible contradicción con lo que el propio autor decía en una entrevista en El Mundo, el 27 de abril de 2011 (https://www.elmundo.es/elmundo/2011/04/27/leon/1303901944.html?fbclid=IwAR0FVv6rxaSm0BhodDv9M09Ga9j8TFpLLG4KW3lfAnTIa9jlxATjLn7B7Cg) refiriéndose precisamente al proyecto, lamentáblemente fallido, de otra estatua del mismo rey Alfonso VI de León que hubiera debido ser colocada en la ciudad de León, en la que afirmaba “Su cabeza porta la corona de cuatro florones de los reyes de León”. ¿En qué quedamos, hace 11 años sabía qué corona llevaban los reyes de León y hoy día se le ha olvidado de repente?
Sahagún Digital (10.08.2020)
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