martes, 8 de enero de 2013

En 2013 sientete orgulloso de ser Leonés

Por Alejandro Díez González (Publicado en http://blogs.ileon.com/lasendadelhayedo/2012/12/30/en-2013-sientete-orgulloso-de-ser-leones/el 30 diciembre, 2012)

“En occidente casi toda la Hispania estaba pacificada, excepto la que baña el océano Citerior y toca a las montañas de la extremidad del Pirineo. Aquí se agitaban dos pueblos muy fuertes aún no sometidos, los cántabros y los astures.”
Floro, II, 33, 46-60

“Los Astures descendieron por aquel tiempo de sus montañas nevadas con un enorme ejército. No parecía ser un ataque temerariamente emprendido, como propio de bárbaros, sino que, habiendo puesto los campamentos junto al río Astura (actual río Esla) y dividido el ejército en tres cuerpos, se disponen a atacar al mismo tiempo los tres campamentos romanos.”
Floro

He querido comenzar esta breve reflexión de fin de año releyendo el magnífico trabajo que el sajambriego padre Eutimio Martino tiene plasmado en su ya inmortal obra 'Roma contra Cántabros y Astures'. En ella, se citan algunas crónicas romanas sobre las características de los pueblos que se asentaban en la Región Leonesa antes de que la lengua latina hubiera entrado en nuestras casas. Astures, mayoritariamente, y Cántabros ocuparon el territorio que hoy conocemos como León. Pueblos al parecer muy semejantes con un fuerte sentido de la independencia y la defensa de sus tierras, tradiciones y pueblos que, según estos cronistas romanos, no dudaron en teñir los montes de sangre para defender el imperialista y saqueador ataque romano, interesado en cerrar las puertas del templo de Jano y finalizar la conquista de Hispania, adquiriendo un territorio rico en minerales y doblegando a ciertas tribus insumisas a la autoridad del Cesar.

Castro astur de Chano (Furniella)

El monte "Tilenus". Posiblemente el mayor templo natural de culto celta de la península

Aunque los actuales libros de historia apenas hacen mención a este pasaje histórico, quizás intereses ocultos obligan a ello, como leonés no puedo sino interesarme por las raíces históricas de un pueblo que, como por arte de magia, ha pasado casi de ser un imperio (el rey Leonés Alfonso VII se hizo proclamar Imperator Totius Hispaniae, dominando un imperio desde Finisterre hasta más allá de la línea pirenaica) a ser una mera provincia sin poder de autogestión ninguno en la que, cada vez con más frecuencia, el nombre “León” queda relegado al municipio del mismo nombre (es interesante ver como en los últimos años, desde ciertas ciudades, existe un afán de dividir el viejo territorio leonés en varios fragmentos...), diluyendo en el tiempo la entidad histórica y política que fue.

Todo ello lleva a preguntarme cuál es la razón de tal declive histórico, identitario, cultural y por consecuencia, económico de esta tierra de sublime belleza y riqueza.

En muchas de las rutas y paseos que realizo por los valles y montañas leoneses, así como en las ciudades, encuentro, salvo raras excepciones, una característica común en los habitantes del viejo imperio: la resignación. Una resignación unida a una apatía y a una tristeza en la mirada de unas personas que son descendientes directos de una tierra de reyes.

Villar de las Traviesas y la mítica sierra de Xistréu

Bajo la lluvia y la nieve que cubre en estos instantes las antiguas brañas y aldeas de los valles de Babia, Lugueros y Riaño, cuesta hoy imaginarse que esa misma porción de tierra vio nacer uno de los primeros sistemas democráticos del mundo occidental, cuando en 1188, un joven rey leonés llamado Alfonso IX convocó a cortes, por primera vez en la historia, a los representantes de las villas junto con el clero y la nobleza en el magnífico claustro de San Isidoro de León, el mismo templo que acoge el Panteón Real de los Reyes de León. Pocas ciudades del mundo pueden presumir de estos detalles, León sí.

“Difícilmente se podrá encontrar en toda Europa una región en la que los elementos de las cultura moderna se encuentren en tal armonía con los datos de un pasado remoto.”

Así tildó Julio Caro Baroja al territorio leonés, un territorio rico en tradiciones milenarias como los concejos, antiquísimo órgano democrático de toma de decisiones donde cada vecino del pueblo podía participar y que aún se mantiene en muchas de nuestras comarcas. Todo un sabio y eficaz ejemplo de participación ciudadana en la política frente a la descomposición y corrupción de las instituciones aparentemente legales que dominan hoy nuestras vidas.

El pueblo de León reclamando sus derechos como territorio autónomo en una de las varias manifestaciones realizadas en la década de los 80, cuando León quedó anexionado a algunas provincias de Castilla.

León significa solidaridad y justicia sin la necesidad de líderes o caciques que organicen la forma de vida de nuestros pueblos y comarcas. Todavía se celebran en muchos de los rincones de nuestro territorio las llamadas Facenderas, donde todo el pueblo colabora para llevar adelante un objetivo social y común, donde cada vecino aporta lo que puede en función de sus recursos y donde nadie es más que nadie.

León significa identidad. Los Pendones leoneses son mostrados con orgullo por cada pueblo en festividades y acontecimientos sociales, elevando sobre el cielo los colores que forjan el reino de León, mostrando al mundo su alegría por pertenecer a tan honrado pueblo. En ninguna parte del mundo puede verse tal espectáculo de color y pasión como en las anuales concentraciones de pendones leoneses, donde cada pueblo lleva a hombros el estandarte sagrado que se guarda con celo en casas concejo e iglesias.

Los leoneses portando su más preciado emblema: el Pendón (foto extraida de: Los pendones leoneses, Alejandro Valderas)

León significa libertad y respeto. Nosotros establecimos una de las primeras constituciones democráticas del mundo mientras otros cercanos territorios peninsulares aún estaban dominados por señores feudales, tiranos y esclavizadores. En León hemos sabido organizarnos en base a leyes comunes de respeto y convivencia. Lo mío es mío y lo tuyo es tuyo, pero eso no quita que compartamos y trabajemos en común. Así los mágicos magostos dan fe de ello cada otoño, donde cada vecino aporta las castañas recogidas bajo las copas de sus centenarias castañales. O en el curioso sistema organizativo rotatorio de la vecera, donde dos vecinos se encargaban cada semana de cuidar el rebaño de todo el pueblo en los puertos y brañas que nuestros pueblos montañeses han cuidado con especial cariño hasta bien entrado el siglo XX.

León significa tradición. Al contrario que otros territorios peninsulares, nosotros no necesitamos árboles de navidad en estas fechas pues tenemos el bello ramu leonés, un vestigio del viejo culto prerromano a las fuerzas del sol y la naturaleza que nuestros antepasados astures tenían. El Ramu expresa la esperanza de que el nuevo año que comienza con el solsticio de invierno otorgue fecundidad a los alimentos y a las cosechas, por eso el Ramu está constituido por un triángulo repleto de velas que representan al rey Sol las cuales iluminan los frutos, semillas y alimentos que han de ser recogidos a medida que el sol complete su anual ciclo en la tierra.

El juego de los bolos junto con la lucha leonesa son símbolos de identidad muy fuertemente arraigados entre los leoneses

León significa naturaleza. Pocos lugares del globo terráqueo pueden ofrecer al visitante mayor número de reservas mundiales de la biosfera. León cuenta con siete figuras que gozan de este grado de reconocimiento otorgado por la UNESCO por la especial manera de conservación del medio ambiente y el desarrollo sostenible entre naturaleza y sociedad humana que valles leoneses como Babia, Laciana o Los Argüellos han sabido transmitir de generación en generación hasta hace apenas décadas, cuando organismos externos y ajenos a estas gentes han comenzado a expoliar y vaciar la sabia riqueza cultural y natural que guardaban tales armoniosos rincones a través de macroembalses, atentados al patrimonio y explotaciones mineras abusivas.

León es llingua. La catedral de León conserva uno de los primeros documentos escritos en lengua romance en la península ibérica: la Nodicia de Kesos. Esta lengua no es el castellano, como muchos se apresuran en decir, sino otra lengua descendiente del latín conocida como leonés o asturleonés. Hoy en día se encuentra en especial peligro de desaparecer y la UNESCO ya ha pedido a las administraciones competentes que no dejen perder tal riqueza cultural, la cual aún podemos oír y sentir en localidades como Palacios del Sil, Villablino o La Baña.

La casa con corredor

León es arquitectura. Desde castillos de película como el de Coyanza o el de la sagrada orden del Temple en Ponferrada hasta catedrales de ensueño como la de León, pasando por bocetos de ilusión reflejados por la mágica mente de Gaudí en Botines y en Astorga. Pero sobre todas estas grandes obras arquitectónicas destacan la sencilla y pintoresca arquitectura llana, del pueblo: molinos, hórreos, cabanas, chozos y miles de casas de corredor que configuran la arquitectura “nacional” leonesa.

León es magia, es leyenda. Al igual que en las vecinas regiones de Galicia y Asturias, multitud de leyendas sobre mouras, xanas, ondinas, trasgos, meigas y cuélebres(dragones) pululan en la memoria colectiva de nuestros pueblos. Seres mitológicos que desde las épocas prerromanas han convivido en los rincones de los llares de nuestras casas, revividos cada invierno en filandones y calechos por nuestros mayores e integrados en nuestras mentes desde que, ya de pequeñines, salíamos al bosque y al río en busca de ellos. Nosotros no necesitamos de grandes centros comerciales y salas de videojuegos para vivir aventuras, ya teníamos una gigantesca naturaleza en la que perdernos alrededor de nuestros hogares maternos.

Laciana y Babia, reservas de la biosfera por derecho propio

Podríamos hacer una lista interminable de los elementos que configuran el territorio leonés y que hacen de él una región perfectamente diferenciada de las demás, pero realmente eso no es lo importante. No por tener más o menos signos de identidad vamos a ser mejores o peores que otros territorios, ni más ricos ni más pobres, ni más guapos ni más feos. Eso es secundario. Valioso, si. Pero simplemente complementario.

Realmente lo que hace que una determinada tierra avance o se retraiga son las personas que la forman.

Vivimos en una época de cambios, de crisis, de incertidumbre hacia el mañana. Hemos desaprovechado muchas oportunidades para poder haber resurgido como pueblo y ahora ya solo nos queda una, la última.

Debemos volver a tomar conciencia de pueblo& y agarrar los recursos que esta tierra ofrece para lograr el desarrollo económico y social que los reyes de León lograron ya hace cientos de años, cuando a un monarca leonés se le ocurrió la fantástica idea de hacer pasar a todo Europa por sus tierras a través de un camino llamado 'de Santiago', pero que bien podía haberse llamado 'de León'.

La belleza de León es comparable con las regiones más atractivas del planeta

Debemos volver a brindar un futuro esperanzador para nuestras próximas generaciones al igual que otro monarca leonés hizo cuando decidió levantar una de las tres mejores universidades de Europa en la época, la de Salamanca “para que los ciudadanos del reino no tuvieran que emigrar fuera a estudiar.”

Hemos de recuperar ese espíritu guerrero que las tribus indígenas que habitaron León tuvieron siempre presente a la hora de batallar contra quienes quisieron robar lo que no era suyo. Un espíritu que no ha muerto y que, de vez en cuando, ruge entre las entrañas más profundas de nuestro suelo minero a través de miles de caras negras que caminan sin cesar reclamando un futuro mejor.

El minero, símbolo indiscutible en la tierra de León (Foto de Paco Vuelta, Toreno)

Ese es el León auténtico, el que se corona como rey sobre los demás animales y el no que se resigna a ser dominado por instituciones ajenas a nuestra cultura.

Es una mera cuestión de supervivencia. Morir o vivir como pueblo. El pueblo leonés como tal lleva más de mil años existiendo en la historia de la humanidad, nuestra bandera ya ondeaba mucho tiempo antes de que estados como Italia, España o Francia estuvieran ni siquiera en mente de alguna persona. Nosotros derrotamos al califato de Córdoba, detuvimos las emboscadas vikingas, hicimos sufrir al mismísimo imperio romano y no tuvimos piedad con los franceses cuando nos levantamos como una de las primeras ciudades españolas en organizar una revolución organizada. Incluso, en tiempos más cercanos, las montañas de León fueron el mayor refugio para aquellas personas que tras la guerra civil siguieron luchando y esperando la vuelta de la democracia.

Queremos vivir en nuestra tierra. Esa ha de ser nuestra lucha

Hoy, a las puertas del 2013, todavía muchos leoneses seguimos esperando que esa democracia llegue a León. Pero sin duda alguna, no podemos esperar eternamente, puesto que el orgullo de pertenecer a esta noble tierra ha de ser más grande que las limosnas que alguien nos pueda brindar para hacer de la espera más amena.

Por eso, mi deseo para el 2013 es que mi tierra, León, vuelva a brillar como siempre lo ha sabido hacer y que las personas (las pocas que aún quedamos aquí) recuperemos el control de nuestro destino colectivo como pueblo milenario y autónomo.

La capital del antiguo imperio leonés aún guarda en sus piedras una historia de esplendor y riqueza

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