lunes, 7 de septiembre de 2009

La línea Sama-Velilla y los reinos de taifas

Por Ara Antón, escritora

No quiero incidir en el impacto ambiental que este desgraciado asunto de la línea de alta tensión provocará en el hábitat de nuestras ya más que castigadas tierras leonesas. Y no lo voy a hacer porque es obvio y porque, además, a muchos leoneses les tiene sin cuidado.

Cuando contemplo el abandono de las zonas rurales, siempre recuerdo con tristeza y con una cierta rabia el comentario de un político leonés con el que compartí mesa como jurado de un premio literario: “De los pueblos hay que olvidarse. Yo tengo una casa en uno y voy de vez en cuando, pero no se me ocurriría vivir allí.” Parecía ignorar –y yo no me molesté en aclarárselo- que para que un pueblo funcione, han de vivir en él personas que se encarguen de mantenerlo. Pero ¡en fin! Los dioses están muy por encima de esas y otras pequeñeces.

Nuestra provincia es una de las de mayor capacidad de producción eléctrica de España; parte generada por el agua de los pantanos que nos inundan y parte por centrales térmicas, como las de Compostilla o La Robla. Sólo estas últimas aportan una pequeña riqueza para León en forma de puestos de trabajo; las otras, ni siquiera eso.

Si mis datos son correctos, las concesionarias de estas centrales son empresas con sede social en Madrid, aunque Unión Fenosa parece estar en trámites de unión con Gas Natural y sede en Cataluña.

Y ahora viene el análisis del que no se habla –nunca he entendido el porqué- y del que parece que nadie, o muy pocos, nos damos cuenta: Toda la facturación de esas empresas se contabiliza en el lugar donde se encuentran sus sedes sociales; allí se pagan impuestos y se recauda el IVA, el cual condiciona que reciban más o menos dinero, en base a la nueva Ley de Financiación Autonómica. León –en este caso Castilla y León- no recibirá nada de esta producción, porque contablemente no produce nada.

Y además, para dar salida a la generación eléctrica –presente y futura- de Asturias, quieren atravesar nuestros montes con la línea Sama-Velilla, que, como en los casos anteriormente citados, apenas nos reportará beneficios; sólo un único pago por ocupación de terrenos, con el que taparán la boca a algunos alcaldes, miopes de tiempo y espacio, y que, en ningún caso, debería poder comprar unas tierras que quedarán inservibles para las generaciones venideras.

Es decir que, además de nuestros múltiples valles inundados y nuestros aires contaminados, tendremos también montes ocupados por monstruos metálicos, sin ninguna compensación capaz de generar riqueza y fijar una población cada vez más disminuida.

¿Será posible que todos los leoneses nos hayamos olvidado de los tiempos en los que recibíamos parias de los reinos de taifas? Hoy, era de los nuevos reinos de taifas –léase autonomías- no sólo nadie nos aporta riqueza, sino que nos la llevan sin dejarnos nada a cambio.

¡Ah! Pero la solidaridad, la nobleza, la generosidad, el talante... Paños calientes para ocultar intereses políticos y machacar a un pueblo, que parece haber perdido la dignidad, puesto que no es capaz de defender la propiedad más básica e importante del ser humano: la tierra que lo sustenta.

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